lo escrito

sábado, 24 de enero de 2009

otro día (más) en la vida de una wwoofa (toma cinco)

Y ahora rumbeo para el lado de Levin, en la costa oeste de la Isla Norte de New Zealand. Hacia el Organic River Festival 2009, que va a ser el viernes, sábado y domingo. Pero llego el lunes, porque el laburo empieza el martes, y ya los primeros wwoofers en llegar armaron la carpa que será la casita de algunos esta semana, esta chica incluída. Me encuentro con Y., un japonés bastante raro, cantante y guitarrista y con R., una inglesa de familia india que me cuenta que era médica y ahora está empezando como actriz. Le pido que me repita porque seguramente no le entendí, este tema del inglés... pero sí, me dice que es ansina nomás la cosa, mientras se ríe incontrolablemente. Más gente tratando de cambiar de rumbo.
L., otra inglesa repatriada acá es una de las organizadoras y nuestro contacto wwoofer. Más gente interesante.

A eso de las 6 está lista la cena, y el equipo encargado de la misma está conformado por una banda de hare krishnas locas que cocinan unas delicias increíbles. Nos dicen que las duchas no llegaron todavía, pero mañana... o sino está el río. También me encuentro con la banda de españoles viajeros, L. (azafata), S. y P. (canarios ellos) y luego en la semana a M. y LL., catalanes. Así que me vuelvo a escuchar un rato hablando español. Las palabras salen raras.

Del segundo día al cuarto nos reunimos cada mañana a planificar el día, y M. y L. (los organizadores) reparten las tareas. M. se encarga de volverla loca a H., la 'coordinadora en el campo de batalla', agregándole cosas que no estaban planeadas y pidiéndole gente que ella ya tenía acomodada en otros lados. Para el jueves, H. está en una especie de ataque nervioso continuo y se para a reir como una desquiciada en el medio de las reuniones. Nosotros no estamos en mejores condiciones :) M., una holandesa viajera, la persigue para que descanse un rato y después la mandan a una sesión de masajes porque todo esto es demasiado.

Entonces. Tareas. El segundo día empieza con una clase de yoga propuesta por la intrépida lider de las Hare Krishnas, y prosigue después del desayuno con la limpieza de una entrada nueva desde el estacionamiento (son unos 10 minutos de caminata dentro de un bosque para llegar a la reserva donde se hace el Festival). Hay que desviar el camino en los últimos 20 metros. Nos vamos con P., dama local, junto con su chica, B., diseñadoras de ropa y gente “quite fun”, B. tiene un par de aros de plástico nuevos para cada día. El de hoy son dos avionetas amarillas de cotillón (y en la semana serán pacman y fantasmita, transformers y otras cosas que ya no recuerdo). Nuestro lider es el herrero, J., que viaja con su familia, un conejo y dos gallinas (más un pollito) en un micro reconvertido en castillo que tiene un exterior decorado con ladrillos pintados. Un tipo silencioso que se la pasa haciendo cosas de acá para allá en su bicicleta (el campo es grande), enfundado en una camisola de cuero muy apropiada para un herrero. Una de las gallinas es de una variedad china, y parece una versión angora de un chanchito de la india con pico.

Se hace la hora del almuerzo y todavía no terminamos. La tarea de la tarde tarde va a ser ayudar con el armado de las carpas donde se van a poner algunos de los stands. En esto nos lidera E., que vendría a ser una especie de Teniente Castillo neozelandez, pero con sonrisa de oreja a oreja. Nos entusiasmamos y armamos la de los Hare Krishna sobre el campo, cuando en realidad va sobre el camino que va al río, así que la terminamos transportando a pata, en una maniobra de extrema dificultad (doce personas moviendo una carpa de unos 20+ metros de largo por unos 4+ de ancho, sobre calle de tierra. Logramos llegar sin lamentar pérdidas considerables.

Después nos vamos al río un rato, con R. y Y., que se pone a tocar la guitarra y empieza a sacar un instrumento atrás de otro de su mochilita viajera.

El miércoles nos ponemos a organizar las tuberías que llevarán el agua de aquí para allá, con M. (camionero neozelandez de gran sensibilidad) y L., la azafata mallorquina. Me empieza a agarrar una peste que me dura todo el día (empieza con nauseas y continua con un dolor de cabeza de la gran siete).
Pero de ende mientras las tareas son variadas, corriendo de acá para allá. Al final me doy por vencida y acepto que mejor me quedo a vigilar la puerta de entrada. H. y S. me preguntan a cada rato como me siento y si estoy tomando agua suficiente. Me termino acostando apenas termino de cenar.

Día tres. O sea jueves. Empiezo el día, ya recuperada, con otra clase de yoga. Para mañana hay que tener todo organizado porque ya va llegando la gente, así que es un día remolino. Seguimos corriendo de acá para allá, pero más rápido. Me engancho con el equipo de cortadores de pasto y seguimos dándole al área donde van a estar acampando las familias, cerca del río. La bordeadora es un camino de ida y a la tarde la perdemos a L. por un buen rato, que se niega a soltarla.
Además, en algún momento que ahora no recuerdo, lo seguimos por un rato a W., otro local que vive en su camión en la reserva (personaje) y que se auto asigna toda tarea que puede. Nos deja limpiando y rellenando de piedras el camino de las camionetas y motorhomes y se va a colgar luces con B., yanqui de Seattle que luego se nos desaparece por ahí, en fin.
Para el festival, H. me asigna al equipo de “Zero Waste” (o sea, basureros con ondina ecologista), nuestro lider temerario será J., que en la reunión de organización del equipo nos aclara que la ventaja de este equipo es que uno puede seguir levantando basura aunque esté borracho, así que no hay problema en que nos excedamos en consumos varios. J. es un capo. L. aclara que esto no incluye los baños y yo salto de contenta. (Error: canté victoria antes de tiempo.)

Después de lo de las piedras y el pasto (y sacar unos pilotes del suelo y...), quedó reventada y ya van 3 días sin bañarme, así que no me importa nada lo de las duchas y me pego una corrida al río, donde una pequeña local se mata de la risa de mi ataque de frio y me muestra como ella sí puede hacer una vertical abajo del agua. Y después una medialuna. Malditos niños.

A la tarde, el grupo Maõri dueño del lugar nos recibe en una ceremonia donde nos otorgan la responsabilidad y el uso de la tierra de la reserva. Muy emotivo. El lunes siguiente tendremos una donde se hará el proceso inverso, pero mientras tanto me siento un cachito más en casa.

A la noche me quedo un rato en la carpa de las Hare Krishnas (todavía no ví un chabón-HK acá laburando) con R., cantando el Hare-Hare-Rama-Rama, etc etc. La cocinera, Madhupuri, es además la música de la banda. Todos parecen medio apagados, ésta es gente rara.

Llega el viernes, primer día y empieza a caer gente al rancho. A la mañana corremos de acá para allá con decoraciones hasta que me engancha L. para ayudar con parking... pero por alguna razón extraña termino limpiando los baños... en fin, quedaron una pinturita. A la tarde hago mi primer guardia en el puesto de Zero Waste. Tenemos 9 categorías diferentes y la tarea es dirijir el tráfico, a saber:
- Vidrio
- Cartón y papel (limpios, señora, no, esa servilleta tiene demasiado aceite)
- Plásticos (sí, dice 'no cups', pero es porque las cups de coffe son de papel... no, la tapita sí es de plástico, ah, ¿que acá en NZ reciclan solamente 1 y 2 y esta es 5? Bueno, entonces tirela en la de Rubish... ah, ¿Eso no es plástico, es aleación de maiz (corn starch)?, bueno, al compost entonces)
- Botellas de leche de plástico (noooo! Bueno, no se preocupe, yo la cambio)
- Lata
- Aluminio
- Bolsas de plástico
- Food/Compost (orgánicos biodegradables)
- Último recurso (todo lo demás)

Los primeros momentos son un tanto desesperantes, la gente avanza con su basura y la tira en cualquier lado, pero después me calmo un poco y ya entro en modalidad agente de tránsito basuril. Además tengo la suerte de estar adelante del escenario, así que puedo ver las bandas que tocan.
Nos matamos de la risa con S., la catalana, sobre las actitudes de la gente. Los chicos son los que más se paran a mirar y pensar un rato antes de tirar la basura. Algunos de los grandes se molestan un poco y otros van derecho al canasto y después de tirarla te miran con cara de ¿ves? ¡yo sabía adonde iba!
Ayudo a una señora a tirar unos platos de plástico y un juego de cubiertos que parecen sospechosamente buenos, así que le pregunto un par de veces si está segura de tirarlos. La señora, toda sonrisas, me dice que sí, sí. A los tres segundos de que se va la amable viejita, aparece un muchacho desesperado a buscarlos, porque los había dejado un momento sobre uno de los bancos. El ritmo de reciclado toma velocidad.

El viernes a la tarde hacemos raid por los puestos, consigo yerba mate gracias a otro de los voluntarios que pasó por la estación de Zero Waste con uno abajo del brazo. Casi me le tiro al cuello y tuve que controlarme para no entrar en convulsiones cuando le vi el paquete. En el camino al puesto de yerba me encuentro con L., chileno de la Isla de Pascua que está viviendo en NZ desde los '70 y que me manda a verlo al W., un boquense de remera del Che con el que me quedo hablando un buen rato. Con L. también está M., ecuatoriana viajera que le habla a sus sobrinos en quechua y con la que charlamos un rato con la mayorquina, acerca de dios y los chicos, claro.
Mientras se va armando la fogata al lado del rio, el chileno pascuense nos cuenta a los catalanes y a mí de sus teorías sobre las estatuas de la Isla de Pascua. Definitivamente tienen que haber sido extraterrestres (o también se comenta de una bruja), es su conclusión de local.
Con R. degustamos todo vino de la Celtic Winery que tienen en cartel y decidimos que la mejor opción es una botella de mead wine. Bailoteamos un rato, ya venia siendo necesario. En la pista nos unimos a la mayor parte de la troupe wwoofer, anche organizadores, desesperados por mover las tabas. Improvisamos una tarantela con R., que se sigue ríendo con su risa de castorcito contento. Me pongo a hablar con P., un neozelandez, y nos vamos al río, que están dándole a los tambores. Llevo mi paranku viajero y me engancho en la batucada. Después le paso un rato el paranku a P. y me siento un rato a darle a un djembé grandote con gusto.

Al día siguiente tengo las manos un poquitín amorotonadas, además de una resaca mortífera (y algunos otros efectos secundarios, tendría que haberle puesto un almohadoncito al djembé, je). Pero quién te quita lo bailado, ¿eh?

El sábado empieza con guardia en la primer entrada, hacia donde nos lleva L. y nos deja ahí, con mi amiga la castora (R.), B. la-de-los-aros-locos y M. (holandesa que trata continuamente de no tomar las riendas de la organización). R. y B. arman su número del “possum aplastado por un auto” y no puedo parar de reirme.

Al mediodía de nuevo al puesto de Zero Waste y luego me quedo escuchando la música un rato, hasta que la resaca me manda a la carpa.

Me despierto el domingo en una islita seca en el medio del río-carpa. Se largó la tormenta de lo lindo y estamos todos medio sumergidos. Por suerte, la mayorquina y yo estamos en el único lugar que no tiene cuatro centímetros de agua en la carpa. Huyo despavorida. La lona del techo del comedor parece una bolsa de agua. La miramos con miedo con la cocinera hare krishna y llega el Teniente Castillo y le hace un tajito para que desagüe en vez de explotar.

Ultimo día del festival, pero los wwoofers vamos a andar por acá hasta el martes, así que se arman planes alternativos de alojamiento para la noche. De cualquier manera, ni los asistentes ni la banda wwoofer se asustan con la lluvia y todo sigue masomenos igual. La lluvia pasa para un lado, las nubes van para el otro, el viento no se decide, sale el sol y después se cae el cielo de nuevo. Obviamente, todo es un barrial. Con el frío, reaparece Nanny Blanket (alias L., la escocesa de voz de trueno que siempre anda con una botella de gin bajo el brazo). Los locales andan descalzos, aprovechando que lo único calentito a estas alturas es el barro. Los locales están locos.

De a poquito empiezan a desaparecer carpas y stands. La música sigue abajo de la carpa-patio-de-comidas e implementamos un nuevo raid, esta vez a por un pancho.

El lunes, ya no quedan muchas carpas en las áreas de camping. ¡Y se puede disfrutar el silencio de nuevo! En la reunión general nos alegramos con T., una alemana que está viajando con un embarazo incipiente (o un caso complicado de exceso de curry hare krishna), mientras tratamos de despertarnos y entender qué es lo que vamos a desarmar hoy.
Al mediodía hacemos la ceremonia inversa, para devolverle al grupo maõri la propiedad de la reserva (aclaremos que propiedad espiritual, porque las tierras son del gobierno). Se habla, se canta, hacemos un hongi comunal medio caótico y entramos a la carpa a tomar un té con galletitas y a darle a la guitarra un rato. Canta una maõrí, después un muchacho que parece alemán canta un rato en inglés y finalmente Y. se abalanza sobre la guitarra y todos aplaudimos emocionados al japonés mientras canta un par de canciones suyas en nihongo.

Y abajo carpas, decoraciones. A organizar cosas en cajas, levantar basura del suelo, desarmar las estaciones de zero waste y moverlas a la entrada y a nuestra actividad favorita de la tarde: Re-clasificar todo lo que durante estos tres días la gente estuvo tirando en los tachos de “Último recurso”. Pasamos por cerca de las nauseas a gritos de “¡¡miren lo que encontré!!”, “yo conozco esos zapatitos rosas”, “¿querés un durazno?” y volvemos a las nauseas de nuevo, las discusiones de qué va dónde y empezamos a resoplar y K., nuestro líder intrépido y tamborilero maõri, anche capoeira-teca, nos arenga para que sigamos, que estamos re-aprovechando un 85% de lo que se tiró originalmente. Finalmente nos tiene piedad y nos deja ir a tomar un té. Volvemos al rato y terminamos las últimas bolsas entre gritos de alegría.

Y con eso terminamos, me pego un baño antes de atacar la comida y estoy lista para la festichola wwoofer de la noche de despedida. Los adolescentes de la manada parece que han estado haciendo sus primeros pasos en las bebidas espirituosas, y una de mis compañeritas de la estación de reciclaje le pide a uno de los chicos su bastón, no para pegarle a su hermano, claro, ella es una pacifista.

Y el martes, me voy para Welly, para tomar el ferry a la Isla Sur.

Links anteriores:
Toma cuatro
Toma tres
Toma dos
Toma uno

Foticos:
Chalten @ Picasa

sábado, 10 de enero de 2009

otro día en la vida de una wwoofa (toma cuatro)


Un poquito más al sur en estos días, todavía en la isla norte de Nueva Zelanda, en un pueblo que se llama Clive (cerca de Napier, una “ciudad art-deco”). El lugar se llama Hohepa Homes & Farms y es una fundación que trabaja con personas con discapacidades mentales, mayormente casos de síndrome de Down o autismo.

La chica se levanta a la mañana, se prepara un desayuno y a eso de las 7:30 empieza el día de trabajo en la granja. Esto es distinto que los lugares anteriores en varias cosas. Primero, el tamaño. Nada de parches pequeñitos de vegetales o jardines de casas, acá hay 200 metros de cebolla, otros tantos (o el doble) de maiz dulce, la mitad en sandías (planta delicada pero muy bonita). G., el responsable de la granja de vegetales dice que son las más dulces del mundo... G. es brasileño, claro :). Pero M., la wwoofer alemana que también se está quedando acá, planea volver en febrero para verificarlo por sí misma.

Además hay arvejas (también dulces). Y miles de metros de remolacha... puedo estar exagerando, pero parecieron miles cuando los tuvimos que desyuyar.
En realidad el parche mas complicado de desmalezar fue el de las cebollas. Pero finalmente las encontramos, estaban escondidas abajo de todo ese yuyerio. Al grito de we-eee-ding! we-eee-ding! decidimos que no iba a quedar un yuyo en pié. Por lo menos hasta la hora del break, que es a media mañana. Un té o un cafecito, alguna fruta y de nuevo al campo.
Hohepa tiene varias certificaciones de cultivo orgánico, Demeter y Bio-Gro (biodinamics). Y también tienen un tambo, con unas 50 vaquitas y un toro que aparece y desaparece. Con la leche (de las vacas) producen quesos: mozzarella, feta, y de rallar con semillas de anis (o fennel) y con ajo y albahaca. Tienen varios premios nacionales con sus mozzarellas y el queso feta. También hacen yoghurt griego (riquísimo con albaca o menta) y ricotta. En fin, realmente es un placer preparar un almuerzo teniendo a disposición estos manjares. ¡Zuchinis con gusto! ¡Cebollas con gusto!

Después del break seguimos con alguna otra cosa, como desyuyar. A veces también desyuyamos. Cuando nos aburrimos de desyuyar en un lado, seguimos haciéndolo en otro. Gracias Fruss por el comentario de las manos, me hizo sentir bien :)
Bueno, no es solamente combatir los yuyos. Otras tareas que hemos ido teniendo estas semanas han sido:

- Lunes, miércoles y viernes son días de cosecha, así que levantamos arvejas, remolachas, rabanitos, acelga, silverbeet (parecido a la acelga), ajos (¡riquísimos!), zuchini amarillos todavía con la flor pegada, bróccolis. Todo en cajas, se reserva algo para las casas y para la cocina de acá y el resto lo llevamos al local de venta al público que hay a la entrada.
- Replantar apio y perejil. Los bichitos estos empiezan en una maceta comunal, todo muy promiscuo, y los pasamos a los macetines donde van a alojarse los siguientes días hasta que estén listos para ir a la tierra.
- Plantar bróccoli (pasarlos de los macetines a la tierra con un tractor y una maquinola preparada a tal fin).
- Sembrar semillas de cabbage, kale y bróccoli en los macetines (las sembramos antes de ayer y hoy ya están asomando los brotecitos, cual ejército de zombies (verdes) surgiendo de la tierra. Son una ternurita.


- ¡Vacaciones en la quesería! Me calcé unos pantalones y remera de tambo, con sendas botas de gomas blancas prístinas y esterilizadas y me zambullí en el tambo, a dar vuelta quesos y estanterías y limpiar todo con una mezcla de limón y vinagre para que no se formen hongos. I., otro amable brasileño repatriado en NZ desde hace unos 20 años y el responsable de la quesería, me dió un tour cuando terminé, explicándome el proceso que usan para producir leche y los derivados. En Waiheke me habían dicho que no se podía comprar leche cruda (sin pasteurizar), pero I. me aclara que las personas pueden comprar un máximo de 5 litros a las granjas, si las granjas están autorizadas. En el caso de ellos, que usan homeopatía en toda la granja (sí, eso) y otros métodos aprobados por las organizaciones que los certifican, creo que consumir esa leche cruda debe ser mucho más sano que la de un sachet de La Serenísima. El olor en la quesería era ríquisimo, me hubiera quedado a vivir ahí si no fuera porque están a una temperatura no apta para mi. Buchu, a vos te hubiera encantado. I. también me da un potecito de yoghurt griego para la heladera de la cocina.
- Preparar compost. Sería casi como cocinar una torta con los siguientes ingredientes: Paja, pasto, tierra, compost anterior, agua, fosfatos y azufre, lime (que no se qué es, pero es corrosivo) y bosta de vaca (licuidificada). Uno va creando varias capas de cada componente, intercalando colores de una manera muy artística, y luego se cubre todo con más paja y se deja fermentar por la cantidad de tiempo que sea necesario, al menos unos 5 o 6 meses. Esto es la receta para vegetales, hay otras recetas para otros cultivos, claro. Dice I. (otro I., este es un ex-programador de Oracle escocés que se vino a buscar un poco de aire y sol y trabaja acá desde hace unos años) que todavía después de mucho tiempo de armar la pila, uno no puede meter la mano por el calor que genera. El porqué uno querría meter la mano ahí es algo que no me resulta claro de entrada, pero bueno... hay gente para todo.


En el almuerzo nos juntamos todos en la casa de la granja (que es donde está la cocina, living y baños/duchas) y preparamos un almuerzo. P., un kiwi algo extraño, es una fuente de conversaciones interesantes a toda hora. La primer semana estabamos con M., la alemana y con M., una señorita austríaca, y tuvimos algunas conversaciones interesantes sobre métodos educativos.
Hohepa es una escuela también, basada en el método de Rudolf Steiner (Escuelas Waldorf), y es una comunidad anthroposófica. Hay que investigar.
En los últimos años y luego de algunas dificultades económicas cambiaron un poco la orientación e incorporaron nuevo management, de ese que uno prefiere no tener cerca, pero que rinde mejor en términos económicos. En fin, historia conocida.
La gente con la que trabajamos en la granja, y la que veo en las casas a la noche cuando vamos a cenar con los residentes dedica su vida a este trabajo. Es gente que está orgullosa de los productos que generan y gente interesante para hablar, incluyendo a G., el responsable de la granja, que es un neozelandez, no un kiwi, ¿eh?. Así que nos encontramos con un movimiento disidente a la identificación nacional con el plumífero. Omito hacer el comentario sobre los semejantes huevos del kiwi...
G., el 'neozelandés, no kiwi', con I. y G., los brasileños, nos cuentan sobre los métodos de cultivo 'alternativos' que usan acá, incluyendo preparados homeopáticos para mejorar las tierras y las plantas que pululan por aquí. Una tarde, yendo para Clive a tomar un micro para un festival de cine al aire libre, lo vi a G. de lejos rociando los límites del terreno con uno de esos preparados.

El otro día, mientras estabamos desyuyando los bróccolis me sorprendió una ráfaga de menta. En algunos lugares se puede oler incienso y mirra. Ah, y el olor ácrido de los tomates (y los 'perfumes' del campo, claro, chanchitos incluídos)... Este es un buen lugar, se respira tranquilidad.

El festival de cine era en un anfiteatro, en una de las vinerías (Black Barn) de Havelock North, un pueblo cercano. Fuí a ver “The edge of heaven”, una co-producción inglesa, alemana y turca. La película me gustó, una versión más simple y mejor lograda de “Babel”, aunque algunos cambios en los personajes no estaban muy bien justificados. La fotografía, muy buena. Y las actuaciones también. El micro era uno de esos ingleses de dos pisos, el típico micro rojo londinense. Así que fué un respiro vacacional en este tema del laburo de granja, el lugar estaba bastante elevado y se podía ver el atardecer sobre los viñedos, las montañas (Te Mata), el mar y Napier de fondo a lo lejos.
Una mujer que me levantó en auto ayer viniendo de Napier me dijo que ella también había ido, pero que justo se le había sentado un grupo de señoras excedidas en el buen vino local, y que se pasaron hablando toda la película.

A la noche vamos a cenar a alguna de las casas. La primer semana me quedé en Anyon House. Aunque al principio fué dificil, después me encontré bastante a gusto. Cuando llegó F., un chico alemán que está en plan de vacaciones juveniles que crashean un poco con el ritmo tranquilo de esta chica y de M., me pasé a la casa donde M. va a cenar, Ruby House. En las casas viven los residentes con los encargados de casa (House parents les dicen por acá). De acuerdo a los diferentes niveles de discapacidad, los residentes pueden trabajar acá o afuera, estudiar en los talleres, o algunos necesitan cuidados contínuos. Hay casas 'de transición' donde están las personas que van a salir de los hogares.
Hay una escuela para chicos también, en una comunidad cercana, Poraite. Acá en Hohepa son todos adultos.

Otras cosas que anduve haciendo estos días fué:
- Dulce de leche. Esta vez, casi me sale :) Quedó un poco duro, pero definitivamente más untable que la anterior.
- Sigo con el 'diseño' del web site de RM, una holandesa que vive en Waiheke y que necesitaba un cambio de cara a su site.
- Empecé a leer The whale rider, de Witi Ihimaera. Leyendo las cosas de Cixous en el DVD de M'o (¡Gracias de nuevo!)
- Caminar a Napier, para la fiesta de fin de año. Tuvieron unos fuegos artificiales en la playa, y música. Empezamos la vuelta con M. un ratito antes de las 12:00AM para ver los fuegos artificiales sobre el mar.
- Intentar caminar para el lado de Cape Kidnappers. No llegué, pero vi unos lugares muy bonitos en el camino. Son las fotos de los patos, cisnes y plantaciones de manzana que están en Picasa.
- Hicimos tarde de cine con M. y vimos Persépolis. Me hice de una botellita de un vino blanco local (variedad Müller-Thurgau) en el super de Clive y nos tiramos en el sillón a ver la peli en la maquinola.
- Cosechar higo de tuna de la playa camino a Napier. La pucha que vale la pena estar vivo... ya me había olvidado el tema de esas espinitas...

Ya este lunes emigro para la costa oeste, a mi siguiente lugar de wwoofeo. Más noticias en un próximo boletín.

sábado, 3 de enero de 2009

Un día en la vida de una wwoofa (toma tres)


Todavía en Waiheke, y la madrugada de la isla encuentra a esta chica pasando a la clandestinidad wwoofer, en la casa de K. (caballero inglés), que no es un Host oficial, pero que parece bastante interesado en el 'código de honor' de la institución. Por suerte, no hay ninguno escrito, más allá de la recomendación de ayudar a lavar los platos cuando se termina de cenar.

La hospitalidad kiwi es muy extraña, esta gente te invita a su casa y después se va a pasear por ahí. Al inquirir a mi contacto oficial kiwi sobre si esto era una una práctica común en estas islas, respondiome que sí. Así que unos días de soledad me vinieron muy bien, unas mini-vacaciones dentro de estas vacaciones.
Aproveché para darme una vuelta por una reserva que hay acá, Whakanewha (foticos en Picasa), donde papá oystercatcher me corrió un rato porque me acerqué demasiado a su pichón oystercatcher. Bueno, la playa era grande.
Acá va una muestra de un Tui cantando un poco:



Entonces, las tareas de estas semanas han sido, entre otras:

- Replantar tomates (a definir si es una buena idea esto de usar los tomates que van brotando de la tierra de compost, o seasé los hijitos de las ensaladas del año pasado, habría pronósticos de insípidez).
- Mover madera a una pila de leña (quedó un primor).
- Desyuyar, desyuyar, desyuyar... Thoreau no entendía nada, obviamente.
- Lijar sillas 'recuperadas' de la última semana de basura inorgánica en la isla. Hacen juego con la mesa 'recuperada' en la semana inorgánica de hace dos años atrás.
- Plantar fertilizante
- Regar las plantas
- Mover un monstruo de aloe (eso no era una planta, era un trífido y trató de matarme!)
- Luchar contra el jazmín trepador (un hermoso jazmín del país). Pobre jazmín. El árbol que estaba abajo fué gratamente sorprendido (o no) cuando vió el sol de nuevo.


Y me autoasigné un par de experimentos. Uno de los cuales fué probar la 'marmite', un extracto de levadura que hacen acá y que, según mi contacto oficial kiwi, los locales usan de variadas maneras, desde como pasta untable para las tostadas hasta como base de sopa instantánea, mezclándola con agua caliente. K. procede a elevar la apuesta, agregando degustación de 'vegemite', la versión australiana. Todo un desafío. Por suerte me gustó más la marmite, que sino Alex no me dirije más la palabra, sospecho.

Otro de los experimentos fué usar un tubérculo neozelandéz como base para preparar ñoquis de papa. O sea, cociné ñoquis de kumara. Hemos avanzado varios años desde aquellos horrendos ñoquis de azúcar impalpable (24 años después, me tenían que salir bien...). Así que seguí la receta de Blanca Cotta (usando harina leudante en lugar de harina común o, dios no lo permita, azúcar impalpable) y preparé una salsita Alfredo para acompañar. Bastante bien, aunque K. estaba un poco preocupado por mis posibles demandas como wwoofer luego de que fuera yo la que cocinara.

Lo que no salió muy bien fué el dulce de leche... demasiada cocción, creo que K. todavía debe tener el pote con el cuchillo clavado en el dulce de leche. Otra que Excalibur.

Dado que era la semana Navideña (y que mi anfritrión fué tan amable de incluirme en sus planes), anduve de aquí para allí conociendo gente de la isla. Gente interesante, historias interesantes.

El sábado aproveché a pasear un rato por el mercado de productos orgánicos y artesanías, y el domingo rumbeé para el festejo del Solsticio de Verano en un centro local de Narradores, "Había una vez en una Isla", que festejaba sus dos años con una fiesta, armado de girasoles, juegos con soles y narración de la leyenda de Maui y sus hermanos (hermanas + hermano en esta versión), capturando al sol para que no pase tan rápido. Y ciruelas y torta de zanahoria y cupcakes con crema de limón que estaban riquísimos. La piñata se resistió a marcar el cierre, así que tuvimos que esperar un rato para atacar las delicias. Tanya (la dueña del establecimiento y cuentista) dijo que el año que viene la piñata la iban a armar ellos, ésta era indestructible.
En la vuelta a la casa, aproveché y me armé de un paquete de fish 'n chips (pescado con papas fritas, que le dicen).

Costumbres extrañas que tiene la gente en estas Navidades Oceánicas:

- Crackers: Estos eran como unos caramelos de papel gigantes, y los chicos (2) los agarraban desde cada punta y tiraban para que explotaran. Adentro había una sorpresa. Ahora entiendo Harry Potter. Yo pensé que eran galletitas...
- Boxing day: El día después de Navidad en Inglaterra. Según K., porque la gente en UK empaquetaba la comida en cajas y las daba a la gente pobre. Nuevamente, he vivido en el error... yo pensaba que era por la revolución de los boxers en China... estem...
- Torta de Navidad... bueno, eso. Comen torta, en Navidad. Y la llaman torta de Navidad. En fin, gente extraña.
- El 24 está mas muerto que... bueno, no soy Ricnar. No sale nadie el 24. La gran fiesta familiar es el 25 de diciembre.
- Sombrero de Navidad. No me pregunten, me agarré uno y lo usé. Sin comentarios.

Pasé el 24 a la noche en una playa vacía, con las macadamias en chocolate que me quedaban y una Leffe que nunca había probado (ni blonde, ni brune, ni triple... ¿zombie?).

Y charlas, charlas, charlas.
Y un poster que me encuentro arriba de la mesa, muy divertido (y revelador):
http://www.joeydevilla.com/2008/12/04/kiwi-vocab-how-to-speak-new-zillund/

Y esto de llegar a un lugar e irse se hace más complicado cuanto uno más conoce a la gente.